viernes, 26 de marzo de 2021
miércoles, 24 de marzo de 2021
lunes, 22 de marzo de 2021
viernes, 19 de marzo de 2021
jueves, 18 de marzo de 2021
La educación en línea: una metodología flexible para formación de residentes de Psiquiatría3
Resultados
Muestra y datos generales
Se inscribieron 26 alumnos en un periodo de 72 horas, de los cuales 17 fueron hombres y nueve mujeres, las edades de los participantes fueron de los 28 a los 34 años. Durante la reunión presencial previa al inicio del curso, se pudo observar que ningún alumno contaba con experiencia previa en este tipo de herramientas pedagógicas.
Participación
En relación a los tiempos de uso de la plataforma, la mayor participación fue de 14 días y la menor fue de tres con un promedio de ocho días; el alumno que invirtió más tiempo fue de 22 horas y el que menos fue de cuatro horas, el promedio de participación del grupo fue de 12 horas, siendo el promedio de 90 minutos/día.
En los foros de discusión se obtuvieron los siguientes resultados: el promedio de participación fue de 23 alumnos, en el primero se presentaron 48 comentarios y el alumno con mayor participación aportó cinco comentarios; para el segundo se registraron 28 comentarios, el alumno con más intervenciones realizó tres. En total, el sistema registró 767 visitas para el primer foro y 448 para el segundo.
Para el primer tema, el 86.53% de los alumnos revisaron todas las lecturas en más de una ocasión, mientras que para el segundo el 56.41% revisó la bibliografía al menos en una ocasión; el 61.53% no revisó la totalidad de las lecturas.
Calificaciones
El promedio de la evaluación diagnóstica fue de 55.4, mientras que el de la evaluación final fue de 73.7, por lo que se observó una ganancia de alrededor de 18.4 puntos, tomando en cuenta que cuatro alumnos no realizaron la evaluación final.
Al final del curso, el 77% de los alumnos aprobaron, mientras que el resto (cinco alumnos) no cumplieron con los criterios de aprobación, cuatro de ellos por no haber presentado la evaluación final.
Relación entre indicadores
Como se puede observar en la Tabla 1, los alumnos que cumplieron menos de 12 horas en la plataforma, tuvieron un promedio menor en la calificación final que aquellos que permanecieron más de este tiempo. De igual manera, la mediana de tiempo total invertido en todas las evaluaciones fue alrededor de dos horas y quienes invirtieron más de este tiempo, obtuvieron un promedio mayor en la calificación final.
Los alumnos que consultaron menos lecturas obtuvieron un promedio en la calificación final menor, que aquellos que revisaron todas.
Los alumnos que participaron en ambos foros obtuvieron mejor calificación final. Todos los alumnos reprobados tuvieron una pobre participación en los foros de discusión.
El coeficiente de correlación de los alumnos que cumplieron con menos de ocho días en la plataforma (promedio), fue de 0.75. Es interesante mencionar que ninguno de los reprobados cumplió con el tiempo promedio de horas de permanencia en la plataforma.
El coeficiente de correlación entre el número de horas invertidas en las evaluaciones y la calificación final fue de 0.24. El 80% de los no aprobados dedicó menos de una hora en realizar las evaluaciones.
No se encontró una correlación significativa entre el número de visitas a las lecturas y la calificación final (Tabla 1 ).
Aceptación y opinión de los alumnos en relación al curso de sistemas de salud
La mayor dificultad técnica durante el curso encontrada por los alumnos fue la visualización de las presentaciones multimedia, por lo cual recomendaron mejorarlas.
El material bibliográfico y la participación en los foros de discusión fueron consideradas las actividades que más influyeron en su aprendizaje.
En relación al cuestionario de satisfacción y opinión de los alumnos sobre el curso, se muestran los siguientes resultados en la Figura 1.
Discusión
Este trabajo nos permite describir la experiencia del primer curso en línea para residentes en Psiquiatría en México, hasta donde pudieron identificar los autores, como parte del currículo del PUEM.
El curso fue un reto para los tutores y alumnos, ya que estos últimos no habían tenido experiencia previa en este tipo de modalidad. Para los tutores se requirió un entrenamiento en diseño instruccional y tecnológico, para este fin se necesitó de la colaboración de otra institución con la experiencia y tecnología necesarias para llevar a cabo un curso de esta naturaleza. Los tutores invirtieron más tiempo en la planeación, realización y evaluación en la modalidad virtual, que lo que se ocupa en la presencial. En la modalidad tradicional, el mayor tiempo invertido se concentra en el aula, mientras transcurre la clase; en tanto que, en la virtual los tutores debieron dedicarle aproximadamente seis horas diarias para la supervisión de actividades y asesoría de dudas, a su vez, los alumnos también invirtieron más tiempo del requerido que en las clases tradicionales, aunque no sabemos si el tiempo en plataforma equivale al tiempo que el alumno invierte en el aula, sin embargo, el promedio de permanencia en la plataforma fue de 90 minutos/día, más de lo que habitualmente se le dedica en un curso presencial.
Para poder impartir este curso, el temario de la modalidad presencial se adaptó a los requerimientos de uno en línea, dirigiendo todos los temas a la obtención de habilidades planteadas por competencias.
En esta experiencia pudimos observar que la aceptación y participación de los alumnos en el curso fue satisfactoria, ya que el 100% se inscribió dentro de las primeras 72 horas en que fue habilitada la plataforma. Además, se registró una permanencia en la misma de alrededor de 12 horas. Tomando en cuenta que ninguno de los alumnos había tenido experiencia previa en educación a distancia, podemos considerar que éste fue bien aceptado y logró mantener la participación de la mayoría de los alumnos.
Los alumnos reconocieron que los foros de discusión resultaron ser la mejor estrategia de aprendizaje, lo que se vio reflejado en la calidad y frecuencia de participación, llegando alrededor de 800 visitas para el primer foro. A través de los foros se logró estimular a los alumnos para mantener el interés en el curso explotando sus habilidades autodidactas, propiciando la aplicación de lo aprendido con la supervisión y participación de los tutores, permitiendo una retroalimentación bidireccional. Además de que se logró establecer una interacción entre los mismos alumnos con el fin de compartir conocimientos y dudas, facilitando un aprendizaje grupal. También se observó que el número de participaciones en los foros se redujo alrededor del 40% para el segundo, aunque la calidad de las mismas fue mejor, lo que se reflejó en las calificaciones.
Cerca del 60% de los alumnos no revisó la totalidad de las lecturas, sin embargo el 90% revisó todas las lecturas para el primer tema, mientras que alrededor del 50% revisó la bibliografía del segundo tema. Estos datos pueden ser interpretados de diferente manera: a) no se puede saber con certeza si los alumnos realmente leyeron el material didáctico o simplemente visitó la liga que contenía el texto, o b) si los alumnos que no visitaron la liga recibieron el texto por parte de sus compañeros, es decir, que la plataforma únicamente nos permite saber si el alumno visitó el recurso, pero no si lo leyó en formato electrónico.
Otro problema que se presentó fue la imposibilidad de registrar las visitas de los alumnos a las presentaciones en Power Point. Esto es importante, ya que las evaluaciones se basaron principalmente en el contenido de las presentaciones sustentadas en el material bibliográfico. Para el segundo bloque temático, el número de visitas al material bibliográfico disminuyó casi 50%, probablemente porque después de haber contestado los cuestionarios del primer tema, los alumnos detectaron que las evaluaciones se basaron principalmente en el contenido de las presentaciones Power Point. Al hacer el análisis en conjunto con el equipo pedagógico, esto no se consideró una condición adversa en el aprendizaje, ya que los alumnos necesariamente consultaron los recursos didácticos. No se encontró correlación significativa entre las visitas al material didáctico y la calificación final, probablemente debido a que no existe un registro de las visitas a las presentaciones.
Se observó un aumento cercano al 25% de la evaluación final con respecto a la diagnóstica. El promedio en la calificación final fue alrededor de 90, tomando en cuenta que cuatro alumnos no realizaron la evaluación final.
A pesar de que las calificaciones en general fueron arriba de 80, no se pudo saber con precisión si estas reflejan el aprovechamiento del alumno, debido a que las evaluaciones parciales se realizaron en dos intentos y con un tiempo indefinido. No se encontró correlación estadísticamente significativa entre la calificación final con ninguna de las variables: tiempo de permanencia en la plataforma, tiempo invertido en las evaluaciones, número de visitas a las lecturas y participaciones en los foros. En la modalidad virtual el objetivo principal es que el alumno demuestre, que alcanzó las competencias planteadas en el curso y no que obtenga una calificación de excelencia. Sin embargo, la mayoría de los reprobados mostraron consistencia en las calificaciones más bajas para todos los elementos evaluados.
La percepción y grado de satisfacción de los estudiantes fueron positivos, lo que nos permite suponer que la educación virtual puede ser tan efectiva como la presencial, en base a que evaluaron positivamente el formato y estructura de la plataforma, consideraron que hubo claridad en los contenidos del curso, los tutores demostraron suficiente preparación y se resolvieron sus dudas con amabilidad y respeto. La mayoría de los participantes coincidió en que esta herramienta académica les permitió adquirir nuevas habilidades para alcanzar las competencias planteadas.
Lo anterior nos hace pensar que en las residencias médicas se deberá seguir trabajando con esta estrategia como parte de los recursos para alcanzar el crecimiento profesional.
Conclusiones
A pesar de que se ha reportado una fuerte resistencia a la adopción de nuevas tecnologías para la enseñanza médica, este curso mostró una gran aceptación y participación por parte de los alumnos.
Se logró documentar la participación de los alumnos gracias a las herramientas tecnológicas de este tipo de plataforma, que permiten tener un mejor registro e información de las actividades realizadas durante el curso.
La opinión de los alumnos en relación a la modalidad virtual nos permite concluir que los foros de discusión fueron la estrategia de mayor aprendizaje. En base a la experiencia previa de los tutores como profesores en modalidad presencial, se observó una mayor participación de calidad en la modalidad virtual.
En general, la opinión de los alumnos con respecto al curso fue satisfactoria y reconocieron la adquisición de nuevas habilidades, que les permitieron alcanzar las competencias planteadas al inicio del mismo.
Para un desarrollo óptimo de los cursos en modalidad virtual, además de la experiencia en el tema, los tutores deben capacitarse en la construcción de competencias específicamente dirigidas al curso a implementar, así como en el entrenamiento de los aspectos técnicos, ya que para la planeación y diseño se requirió un mayor tiempo que en la modalidad presencial.
Los cursos virtuales requieren la conformación de un equipo multidisciplinario e interinstitucional para su planeación y desarrollo. Son una excelente herramienta de aprendizaje, sin embargo requieren seguir siendo perfeccionados.
Es importante que los programas en residencias médicas consideren la asignación de recursos financieros y humanos, así como la realización de convenios interinstitucionales para el desarrollo de este tipo de educación.
Contribución de los autores
CCS, realizó un convenio con el Instituto Nacional de Salud Pública para la realización del curso; dirigió y supervisó la elaboración de este trabajo.
NMG y HTM, diseñaron el programa y el material didáctico del mismo. Diseño metodológico, análisis estadístico, redacción del documento, enlace entre SAP e INSP.
JLRM, diseño instruccional, revisión de competencias, evaluador del material didáctico y contenidos, diseño de la plataforma, análisis de resultados de cuestionario de opinión y satisfacción, enlace entre el INSP y SAP.
IKCM, participó en la recolección de datos y redacción.
RGC, tutor del curso en línea de sistemas de Salud en Psiquiatría.
AMGF, traducción y redacción del documento.
CRM, asesoría técnica, diseño de la plataforma, análisis de resultados de cuestionario de opinión y satisfacción, enlace entre el INSP y SAP.
Agradecimientos
Dra. Laura Magaña Valladares. Secretaria Académica del INSP.
L.I. Elizabeth García Rodríguez. Encargada de la Página WEB de los SAP.
Financiamiento
Ninguno.
Conflicto de intereses
Los autores declaran no tener ningún conflicto de interés.
Presentaciones previas
Ninguna.
Aspectos éticos
En el presente estudio no se encontraron implicaciones éticas, en relación a los derechos y obligaciones de los alumnos y tutores, así como en la disponibilidad de la tecnología y distribución de los costos.
miércoles, 17 de marzo de 2021
martes, 16 de marzo de 2021
La educación en línea: una metodología flexible para formación de residentes de Psiquiatría 2
Colaboración interinstitucional
Este curso se realizó gracias a la colaboración de dos instituciones, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) y los Servicios de Atención Psiquiátrica (SAP). Para esto, se firmó un convenio interinstitucional, en el que se acordaron los compromisos y aportaciones de cada uno de ellos. El INSP como una instancia líder y con vasta experiencia en educación a distancia, colaboró a través de su personal altamente capacitado y especializado en el diseño instruccional y tecnológico; mientras que los SAP aportaron los contenidos temáticos y al personal docente.
Adaptación del curso presencial a la modalidad virtual
Se eligió la asignatura de Sistemas de Salud en Psiquiatría (SSP), debido a que es de carácter teórico y no requiere competencias clínicas. Esta materia forma parte del programa académico del octavo semestre de la especialidad en Psiquiatría, cuyo objetivo principal es que los médicos residentes conozcan la organización de los servicios de salud mental a nivel nacional e internacional, con la finalidad de que puedan aplicar las técnicas administrativas para la organización y conducción de servicios psiquiátricos y hospitalarios.
Originalmente, el programa de SSP en la modalidad presencial se impartía en cinco sesiones, de dos horas una vez por semana, siguiendo la dinámica tradicional de enseñanza. Para la modalidad virtual, el programa se adecuó a 16 días (384 horas), los alumnos tuvieron acceso las 24 horas del día, requiriendo al menos de 10 horas de trabajo totales en la plataforma para alcanzar los objetivos planteados.
Se invirtieron alrededor de seis meses en la planeación, ya que el programa académico de SSP debió adaptarse a las exigencias metodológicas del INSP. Para este fin, el temario se planteó en competencias específicas que incluyeron todos los temas del curso presencial.
Los tutores fueron capacitados por el INSP en el diseño instruccional y manejo de competencias, así como en la elaboración de material didáctico interactivo y sobre aspectos técnicos básicos.
En la modalidad presencial se contaba con un profesor titular y un adjunto. La interacción del profesor adjunto con los alumnos era mínima, ya que el curso recaía casi en su totalidad en el profesor titular. En tanto que, en la modalidad virtual además del profesor titular, se incluyeron cuatro tutores, quienes participaron en el diseño del material didáctico y asesoraron de manera continua a los alumnos.
Previo al inicio del curso se realizó una reunión presencial con todos los alumnos, tutores y técnico en informática con la finalidad de introducirlos a la metodología de la modalidad virtual, el funcionamiento de la plataforma y conocer si existía experiencia previa en educación a distancia.
Descripción y desarrollo del curso virtual
Para el curso de SSP el INSP permitió el uso de su plataforma. El programa Moodle es una aplicación web de tipo "Ambiente Educativo Virtual", es decir, un sistema de gestión de cursos, de distribución libre, que ayuda a los educadores a crear comunidades de aprendizaje en línea.6 WebEx es una aplicación en la que se puede planificar, organizar y asistir a reuniones de manera virtual y sincrónica a través de diversos dispositivos electrónicos.7
La interacción entre el tutor y el alumno se llevó a cabo mediante los siguientes recursos: textos electrónicos en formato PDF, presentaciones en Power Point con audio integrado, dos foros de discusión y un foro sincrónico, que se alojaron en la plataforma Moodle. Los enlaces para las presentaciones en Power Point se direccionaron al sitio de Adobe Presenter®, alojado fuera de la plataforma Moodle. El Adobe Presenter® es un programa que convierte las presentaciones, en contenido interactivo de eLearning (aprendizaje online) desde Power Point.8
Las actividades se encontraban desplegadas en la plataforma de manera cronológica: descripción de las tareas, forma de evaluación, reglamento y políticas, foro de dudas y asistencia técnica. Los contenidos se dividieron en dos temas, cada módulo contaba con las siguientes actividades: textos electrónicos en formato PDF (seis lecturas para el primer tema y tres para el segundo), presentaciones Power Point (seis presentaciones para el primer tema y dos para el segundo) y un breve cuestionario de evaluación por cada subtema (tres para el primero y uno para el segundo), el cual tenía que ser aprobatorio para continuar con la siguiente actividad. Para cada cuestionario se permitieron dos intentos. Al final de cada módulo se realizó un foro de discusión donde cada tutor planteó una pregunta abierta sobre un tema específico, con el objetivo de que los alumnos realizaran un análisis crítico y propositivo al respecto. Como conclusión se programó un foro sincrónico vía WebEx, durante el cual los alumnos expusieron su experiencia y punto de vista. Cada tutor supervisó de cinco a seis alumnos, invirtiendo aproximadamente seis horas diarias en la retroalimentación de las actividades en la plataforma.
Evaluación
La evaluación de los alumnos se realizó de la siguiente manera: foros de discusión 30%, cuestionarios 40% y evaluación final 30%. Al inicio del curso se realizó una evaluación diagnóstica que no se tomó en cuenta para la calificación. Los foros de discusión fueron evaluados al juicio del facilitador, en relación a un análisis crítico y propositivo del tema tratado. Los criterios de aprobación fueron haber participado en todas las actividades y obtener un promedio final de 70.
Indicadores de medición
El programa Moodle permite monitorizar los siguientes indicadores por alumno: número de visitas en la revisión del material bibliográfico, tiempo invertido en la realización de los cuestionarios, en la evaluación diagnóstica y en la final, así como la calificación de los mismos, tiempo de permanencia total en la plataforma en horas y días, número de visitas a cada uno de los recursos didácticos (excepto las presentaciones Power Point) y registro de participaciones en los foros. Los tutores tenían acceso a estos indicadores las 24 horas del día, mientras que los alumnos sólo podían visualizar sus participaciones en los foros y sus calificaciones.
La participación se midió a través del tiempo de permanencia en la plataforma, tiempo total invertido en las evaluaciones, número de participaciones en los foros de discusión y visitas a las lecturas en PDF.
La calificación final se obtuvo mediante la sumatoria de los resultados de los cuestionarios de evaluación, el examen final y los foros, que se expresó a través de una calificación final en promedios.
Se intentó encontrar una posible relación entre las variables anteriores y la calificación final a través de un coeficiente de correlación.
Aceptación y opinión de los alumnos en relación al curso
A manera de retroalimentación el equipo del INSP diseñó un cuestionario de satisfacción y opinión de los alumnos sobre el curso.
lunes, 15 de marzo de 2021
La educación en línea: una metodología flexible para formación de residentes de Psiquiatría
Introducción
La educación a distancia es una herramienta que se muestra cada vez más eficaz, para la solución de los problemas de acceso y calidad en la educación. Es un sistema abierto que facilita la participación de todos los que quieran aprender sin importar los requisitos de las clases presenciales, considerando la flexibilidad de sus horarios para así satisfacer una amplia gama de necesidades individuales.1,2 El médico residente tiene una agenda muy limitada de tiempo, lo cual representa un obstáculo para su formación académica, por lo que la educación a distancia representa una estrategia para contrarrestarlo.3 Además, la educación virtual propicia el aprendizaje autónomo y se liga a la experiencia profesional, lo cual permite adquirir actitudes y valores para desarrollar competencias precisas.1 Para el profesor de las residencias médicas puede significar una nueva forma de facilitar la enseñanza, optimizando los tiempos de asesoría tradicional e incluso superando la educación presencial, utilizando los medios de comunicación dentro de un ambiente multimedia para atender a una población estudiantil geográficamente dispersa.4 Para los residentes, la educación a distancia ofrece una oportunidad para perfeccionar su preparación académica, administrando su tiempo, sin las exigencias de espacio o presencia física en un aula.1,5
A pesar de que la educación a distancia ofrece ventajas, tales como la generación del conocimiento científico y tecnológico que permiten una mayor cobertura educativa, el mayor obstáculo que se ha encontrado en la implementación de estas nuevas tecnologías es la resistencia a abandonar las estructuras tradicionales1,2 y la dificultad para adaptar la información de la modalidad presencial a la virtual.4
El objetivo de este trabajo es describir nuestra experiencia sobre el primer curso virtual para médicos residentes en Psiquiatría, así como evaluar las ventajas y desventajas de la educación en línea.
Este curso se dirigió a residentes del Hospital Psiquiátrico "Fray Bernardino Álvarez" (HPFBA), sede de la especialidad en Psiquiatría, aprobada por el Plan Único de Especializaciones Médicas (PUEM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Métodos
Tipo de estudio
Es un estudio descriptivo, transversal, observacional y retrospectivo.
viernes, 12 de marzo de 2021
jueves, 11 de marzo de 2021
parte8
IMPLICACIONES PARA LA POBREZA DEL CAMINO ESCOGIDO EN MÉXICO: UN ANÁLISIS A LA LUZ DE LAS DOS EXPERIENCIAS INTERNACIONALES
Comencemos por analizar las lecciones que nos dejan las dos experiencias internacionales. En primer lugar existe un contraste entre la riqueza de la discusión en Europa, que ha influido para ampliar el horizonte gubernamental de la pobreza, con la falta de discusión y la rigidez de la visión oficial en Estados Unidos. El último es un camino peligroso de seguir porque la consecuencia es el estancamiento, como se demostrará a continuación, y México parece que lo está siguiendo. Salvo excepciones, se ha aceptado sin cuestionamiento la validez de la línea oficial de pobreza.
Definir la pobreza de una manera o de otra tiene implicaciones claras en términos de los resultados. Smeeding (2006) compara la pobreza en Estados Unidos con la pobreza en los países europeos usando la línea fija de Estados Unidos y una línea de pobreza relativa (50 por ciento de la media del ingreso). Para comparaciones internacionales es importante usar la pobreza como un concepto relativo porque los países tienen diferentes niveles de producto interno bruto per cápita. Por lo tanto, usar una medida absoluta tendería a producir niveles de pobreza muy altos en algunos países y niveles de pobreza muy bajos en otros (Smeeding, 2006).
El autor demuestra que usando 50 por ciento del ingreso medio como criterio, la línea de pobreza en Estados Unidos se incrementa considerablemente, dado que ese criterio corresponde al doble de la cantidad de dinero de la línea de pobreza oficial. En términos comparativos, usar la medida de pobreza relativa significa que la pobreza en Estados Unidos alcanza a 17 por ciento de la población, cuando por ejemplo en el Reino Unido sería de 12 por ciento para el año 2000. Sin embargo, cuando se usa la línea oficial de pobreza de Estados Unidos para el mismo año el orden se invierte. En ese caso la pobreza en Estados Unidos es más baja (8.7%)13 que en el Reino Unido (12.4%).14 Consecuentemente, la pobreza en Estados Unidos luce muchísimo mejor usando una línea fija que usando estándares relativos. De hecho, cuando se usa un estándar relativo, la pobreza en Estados Unidos es la más alta dentro del grupo de los países desarrollados (Smeeding, 2006, 9), como puede apreciarse en la última columna del cuadro 1.
Como nota Glennerster, mantener la medida de pobreza fija en Estados Unidos no importó mucho al principio porque los ingresos reales de las familias prácticamente no crecieron durante un periodo y entonces la línea de pobreza continuó siendo más o menos el mismo porcentaje del ingreso medio. Sin embargo, más recientemente ha importado más ya que los salarios aumentaron y la línea de pobreza era cada día más baja en relación con el ingreso familiar promedio. Alrededor del año 2000, como se mencionó arriba, esta línea era menos de un tercio del ingreso medio de los hogares. Lo que significa una medida mucho más dura de lo que era en los sesenta y una medida mucho más dura que estándares internacionales de pobreza, como el de la Unión Europea (2000, 4).
Una lección importante que puede extraerse de estas comparaciones es la propuesta de Glennerster (2000, 6-8) de que la pobreza debería de ser medida usando una variedad de estándares que permitieran la comparación de los resultados y poner éstos en perspectiva. En primer lugar una comparación de la pobreza actual con la pobreza en el pasado es válida. Por consiguiente, mantener alguna medida absoluta que permita establecer qué tan bien se encuentran los individuos ahora respecto a algún punto en el pasado resulta necesario. Por otro lado, la comparación con otros países es también necesaria para saber qué tan bien se encuentra un país respecto a las experiencias internacionales. Pero también resulta muy importante tener una medida de pobreza que refleje perfectamente la realidad social del presente. Sin embargo, tal flexibilización en la conceptualización de la pobreza sólo es posible cuando la noción de pobreza se encuentra abierta a la discusión y el cuestionamiento constantes. Otra vez, esto es algo que enseña la tradición europea.
Para el estándar de pobreza que refleje la realidad social del presente es preferible usar una medida relativa a la sociedad que una canasta de bienes y servicios. La canasta de bienes y servicios, incluso si logra ser suficientemente flexible como para ser actualizada de manera sistemática y para tomar en cuenta ciertas situaciones diferentes que pueden requerir más recursos para satisfacer las mismas necesidades (edad, discapacidad, enfermedad crónica, embarazo), de todas formas asume la pobreza como algo fijo, en el sentido de que sólo la refiere a una serie específica de satisfactores.
Por lo tanto, hay necesidades sociales que no están incluidas dentro de la línea de pobreza. Por ejemplo, después de las sugerencias de Citro y Michael (1995) para mejorar (considerablemente) la línea en Estados Unidos no se contempla tener una computadora y acceso a Internet, o pagar los costos de una línea telefónica. ¿Es el costo del teléfono una necesidad o no en la sociedad contemporánea? Si se considera que no lo es en general, ¿lo será específicamente como medio de comunicación vital para personas discapacitadas que no pueden trasladarse con facilidad? El uso de una canasta fija implica el riesgo, más que en el caso del otro enfoque, de excluir bienes y servicios básicos para la vida de los individuos, por lo que puede contribuir a negar oficialmente a los ciudadanos en pobreza la posibilidad de vivir una vida plena acorde con los estándares sociales existentes en un momento determinado. El método puede llegar a contradecir, por lo tanto, el principal postulado de Sen acerca de la importancia de tener libertad para decidir sobre la vida que se quiere llevar.
Resulta mucho más útil para abatir la pobreza conceptualizarla como la imposibilidad de poder pagar los costos que están asociados con vivir una vida normal en su propia sociedad (Townsend, 1979). Una medida relativa de ingreso tiene la ventaja de que está en relación con un porcentaje de aquello que constituye el ingreso normal en una sociedad. Esto no significa asumir automáticamente que todos los que están por debajo de esa línea son pobres, como se discutió antes, sino considerar en pobreza a aquellos individuos que cumplen ambas condiciones: se encuentran por debajo de esa línea de ingreso y además no están satisfaciendo necesidades consideradas normales para un ciudadano de esa sociedad. Sin embargo, el hecho de que el rasero para medir la pobreza esté relacionado con el ingreso promedio en una sociedad le brinda confiabilidad a la medida de pobreza porque implica el supuesto de que ese es el ingreso que responde a lo que es necesario para vivir en una sociedad de acuerdo con sus propios estándares, y son los individuos los que deciden cómo gastarlo en necesidades específicas, de acuerdo con sus características y preferencias.
Otra lección de la experiencia internacional es que las distintas conceptualizaciones de pobreza a su vez implican diferentes opciones de política para abatirla. La pobreza en su versión relativa, entendida también como exclusión social, implica implementar políticas para atacar factores más amplios que contribuyen a la pobreza. De esta manera, las políticas contribuyen al bienestar de grupos más amplios de la población y a evitar que estos grupos caigan en la pobreza. Para esta perspectiva es prioritaria una política de empleo y salarios, una política de seguridad social y políticas contra la discriminación, por ejemplo. La lógica detrás de esta concepción es un proceso más o menos permanente de compromiso hacia la creación de sociedades más igualitarias, porque se considera que esto tiene efectos fundamentales no sólo para reducir, sino para evitar la pobreza. El enfoque minimalista de subsistencia a través de la canasta de bienes y servicios, como no aspira a incorporar a los ciudadanos en pobreza como ciudadanos con un modo de vida normal en la sociedad, aplica generalmente políticas de focalización y políticas asistenciales, que pretenden garantizar solamente un nivel mínimo de subsistencia a los pobres. Dichas políticas tienden a tener menos éxito en la reducción de la pobreza porque no atacan la raíz del problema, es decir, el hecho de que la sociedad no otorga a ciertos grupos sociales los recursos suficientes para evitar la pobreza (salarios bajos, falta de protección de la seguridad social). La diferencia en el éxito de los distintos enfoques puede ser constatado mediante el cuadro 1, que compara la situación de pobreza y el efecto antipobreza de la política gubernamental en once países desarrollados.
La segunda columna de la tabla refleja la pobreza (número de individuos que viven por debajo de 50 por ciento de la mediana del ingreso) que se origina en el mercado si no hubiera ningún tipo de intervención gubernamental. La tercera columna da cuenta del porcentaje de esa pobreza original que es evitado a través de las políticas de redistribución amplias de los gobiernos. La cuarta columna se refiere al porcentaje de la pobreza original que se alivia a través de las políticas focalizadas contra la pobreza. La quinta columna refleja la suma de toda la pobreza que es reducida después de la intervención gubernamental. La sexta columna refleja el total de pobreza resultante en cada país. Los países se encuentran ordenados de acuerdo con esta última columna de mayor a menor pobreza.
La primera conclusión es que Estados Unidos es, de todos los países mostrados en el cuadro 1, el que reduce o evita menos pobreza a través de la intervención gubernamental. Sólo modifica 6.1 por ciento de la pobreza original del mercado. El promedio de los países europeos evita, con la intervención gubernamental, 16.76 por ciento. La mayoría de los países logra una reducción mayor de la pobreza total (con excepción del Reino Unido) a través de las políticas amplias (14.7 por ciento como promedio europeo) que de las políticas focalizadas (3.8 por ciento como promedio europeo). Eso contrasta fuertemente con el caso de Estados Unidos, que reduce solamente 3.8 por ciento por políticas amplias y 2.3 por ciento por políticas estrechas, por eso no resulta sorprendente su lugar como el país con mayor pobreza de todos los países industrializados que se muestran en el cuadro.
Otro punto fundamental que se desprende de la discusión internacional es acerca de las ventajas y desventajas de contar con una línea oficial de pobreza en un país. El debate sobre la conveniencia o inconveniencia de una línea oficial no es solamente técnico sino principalmente político. La existencia de una línea oficial de pobreza significa que el gobierno asume sin ambigüedades la existencia de la pobreza como problema público. La línea resulta útil para identificar a aquellas personas que necesitan ayuda porque viven en una situación que resulta inaceptable para la sociedad. Por lo tanto, cuando existe una línea de pobreza oficial existe confianza por parte de los gobiernos respecto a la magnitud de la pobreza en un país. Se asume que esa medida representa un consenso acerca de los ingresos mínimos que son necesarios en una sociedad o una visión oficial de expertos acerca de ese mínimo (Nolan y Whelan, 1996). En consecuencia, la opinión pública y la academia pueden evaluar el progreso del gobierno en la superación de la pobreza.
Sin embargo, este punto debe tomarse con precaución porque en la práctica una línea oficial es un reflejo de consideraciones políticas tanto como científicas (Lister, 2004). Por lo tanto, cualquier declaración sobre la pobreza basada en la línea oficial debe hacer explícitas cuáles son sus implicaciones.
Entre las desventajas de la línea oficial de pobreza se considera que ésta puede tener el efecto de consolidar la pobreza porque los individuos que viven justo arriba de la línea en una situación igualmente difícil no pueden reclamar que ellos también están experimentando serias privaciones y no tienen ningún derecho a reclamar ayuda gubernamental. Por consiguiente no son sujetos de atención de la política, lo que significa que tienen muy pocas posibilidades de salir de la pobreza (0 yen, 1996). Por otro lado, como se mencionó anteriormente, parte de la investigación empírica ha probado que no es adecuado ver la pobreza en términos tan esquemáticos. Más que una división clara entre aquellos que están excluidos y aquellos que están incluidos en la sociedad, lo que la investigación arroja es un continuo (Richardson y Le Grand, 2002; Burchardt et al., 2002; Whelan et al., 2002). La razón es que existe una dinámica de polarización social en la distribución de recursos que afecta también a la mayoría incluida (Levitas, 1998) pero que no se hace evidente porque el problema se construye solamente como aquel que afecta a los pobres.
Cuando no existe una línea oficial de pobreza la ventaja consiste en que existen más posibilidades de ampliar la discusión acerca de la pobreza, porque no existe una línea que tenga "la última palabra" sobre su extensión en un país. En este contexto podría resultar más factible desarrollar políticas amplias que tomen en cuenta qué mayorías sociales resultan afectadas por los mismos fenómenos. Sin embargo, si no existe un reconocimiento oficial de la pobreza se corre el riesgo de llegar al extremo de negar su existencia. Y el gobierno podría deshacerse de cualquier responsabilidad en la superación de la pobreza.
Después de analizar las dos experiencias diferentes de Estados Unidos y la Unión Europea se puede concluir que no sólo es importante tomar en cuenta las consecuencias políticas de contar con una línea de pobreza oficial. Algo fundamental en esta consideración es la manera en que la línea está construida. Si la línea de pobreza es fija, como en el caso de Estados Unidos, la existencia de una línea oficial puede conducir al peor escenario: la existencia de una visión oficial aceptada por el gobierno y el público en general que ha perdido el contacto completamente con la realidad social. Ello trae como consecuencia que la pobreza puede estar completamente extendida pero no es reconocida como tal. Por lo tanto no se van a tomar acciones efectivas contra la pobreza. En ese contexto es preferible no contar con una línea oficial de pobreza porque ese escenario al menos permitiría abrir la discusión. La mejor opción sin embargo sería tener una línea oficial relacionada con el estándar de vida normal en una sociedad, a través del establecimiento de un porcentaje del ingreso promedio. Eso significaría que la pobreza es reconocida de forma explícita por el gobierno y la opinión pública, y que la línea se mantiene permanentemente en consonancia con la realidad de la pobreza porque la actualización es intrínseca al método.
Con los elementos que nos deja la experiencia internacional es preciso volver sobre el tema de México. El procedimiento adoptado por la Sedesol para definir la pobreza es más parecido al concepto de subsistencia de Rowntree que a las ideas de Sen, como clama el documento (Sedesol, 2002). La Sedesol calcula la pobreza como los ingresos mínimos necesarios para satisfacer necesidades específicas como hace Rowntree, donde la alimentación se lleva la mayor parte de los recursos, y no a la manera de Sen, que considera que no se debe trazar una línea de pobreza muy ajustada que no tome en cuenta las variaciones personales en la satisfacción de esas necesidades porque existen diferentes habilidades para convertir ingreso en satisfacción de capacidades.
Si bien aparentemente la línea de pobreza de la Sedesol contempla más necesidades que la de Rowntree, como se muestra en el cuadro 2, en la práctica no es así. Rowntree suma los costos explícitos de satisfacer cada una de las necesidades que propone, mientras que la Sedesol usa un coeficiente de Engel extremadamente bajo, como se probó en la parte 3. De hecho, como muestra el cuadro, las necesidades incluidas en la línea oficial de pobreza son seis. Estas coinciden con la lista de las capacidades básicas de Sen. La diferencia, sin embargo, radica en que las últimas y más importantes en el enfoque de Sen -porque son las que capturan su idea acerca de la pobreza como falta de libertad para elegir- son las que no están presentes en la línea de pobreza de la Sedesol: vivir sin pena, participar en las actividades de la comunidad y tenerse respeto propio.
Usualmente, el principal problema del método de la canasta de bienes y servicios no es la manera en que se calcula al principio, ya que generalmente mantiene cierta conexión con el contexto social, sino la falta de actualización. Sin embargo, en el caso de México no ocurrió así. El principal problema de la línea oficial de pobreza en México radica en que nació sin contacto con la realidad de la pobreza, debido al procedimiento de circularidad usado para calcularla. Si la línea de pobreza falla en actualizarse durante un periodo, irá perdiendo cada vez más su relación con la realidad social.
Los elementos descritos en este documento demuestran sin ambigüedades que la línea oficial de pobreza en México escogió la vía estrecha en la definición de pobreza y no la vía de los estándares relativos a la sociedad. ¿Cuáles son las implicaciones en términos de políticas?
El enfoque minimalista de pobreza no ha probado ser muy exitoso en abatir la pobreza, como se discutió con anterioridad. La vía estrecha lleva por un camino de políticas que sólo ayudan a una pequeña parte de la población en extrema pobreza. Siguiendo estas concepciones la principal tarea del gobierno ha sido determinar el número correcto (lo más bajo posible) de población en pobreza, con vistas a otorgar alguna ayuda. La ayuda resulta insuficiente, como puede apreciarse a través del caso del Programa Oportunidades, dado que las cantidades de dinero que transfiere a los pobres no están en relación con la cantidad de dinero mínima que dicta la línea de pobreza oficial.
Por lo tanto, la política no resulta muy efectiva para aliviar la pobreza porque cae en un círculo vicioso. Por una parte, el gobierno no está en la capacidad de subsidiar a los pobres con la cantidad necesaria de recursos para ponerlos sobre la línea de pobreza porque es financieramente insostenible (se trata aproximadamente de la mitad de la población del país). Pero por la otra no se modifican de manera sustancial las condiciones que provocan la pobreza de sectores tan numerosos.
La experiencia europea, mucho más exitosa en controlar la pobreza que el caso de Estados Unidos, demuestra que si se quiere tener éxito en el combate a la pobreza se necesitan políticas de corte más amplio. Políticas más redistributivas cuyo blanco debe de ser lograr una mayor equidad social. Estas políticas no sólo ayudarían a los pobres reconocidos oficialmente sino que beneficiarían a sectores amplios de la sociedad, evitando que cayeran en la pobreza.
El caso mexicano, no obstante, optó por recorrer la vía que la experiencia de Estados Unidos ha demostrado que no es muy eficiente en mejorar la situación de pobreza. Sorprendentemente ni siquiera la experiencia sobre la discusión técnica de los problemas de la línea de pobreza en Estados Unidos fue considerada.15 Se prevé por lo tanto un entrampamiento en el futuro dado que la manera en que la pobreza se conceptualiza en México ha constituido más bien parte del problema y no un buen instrumento para abatirla.
miércoles, 10 de marzo de 2021
parte7
LA LÍNEA DE POBREZA EN MÉXICO
Podría pensarse que una línea oficial de pobreza reciente como la de México hubiera nacido tomando en cuenta los debates anteriores para evitar reproducir problemas ya documentados. Sin embargo, no se tomó en cuenta esa experiencia, como se demostrará a continuación. Eso trae como consecuencia importantes deficiencias en el planteamiento de la política contra la pobreza en México. Lo que se discutirá en la siguiente sección.
La Secretaría de Desarrollo Social convocó a un grupo de académicos para integrar el Comité Técnico para la Medición de la Pobreza, con vistas a que construyeran una metodología para medir oficialmente la pobreza en México. Es necesario mencionar que la línea de pobreza que propuso este comité, denominada lp3, no fue la asumida por la Sedesol. La secretaría asumió como línea oficial una línea más baja a la que llamó pobreza de patrimonio (Sedesol, 2002). Lo que se discute a continuación se refiere a la manera en que se calculó la línea de pobreza oficial asumida por la Sedesol.10
El documento en el que se describe el procedimiento para arribar a la línea oficial de pobreza comienza considerando la pobreza como una privación multidimensional, aclarando que no existe consenso sobre cómo debe de ser medida. Una buena solución para resolver tal multidimensionalidad, argumenta, es usar la noción de Sen, que plantea la pobreza en términos de privación de capacidades básicas. Un punto importante en la presentación del concepto de pobreza es que se deslinda de la desigualdad social. De acuerdo con el documento son dos fenómenos que no están relacionados porque un aumento en la pobreza no necesariamente implica mayor desigualdad y viceversa (Sedesol, 2000, 20).
En el momento de trasladar la premisa sobre la multidimensionalidad de la pobreza en una medida práctica se revela una gran inconsistencia. De privación de capacidades básicas se propone pasar, en la práctica, a medir la pobreza como una línea de ingreso que refleje el mínimo que necesitan los individuos para satisfacer sus requerimientos básicos (Sedesol, 2000, 56). La justificación de acuerdo con el documento es que "la información estadística disponible y el conocimiento teórico sobre el tema hicieron muy difícil alcanzar una medición sencilla y clara del agregado de pobreza" (Sedesol, 2000, 56). La decisión contradice las ideas de Sen que están a favor de una medida directa de la satisfacción de esas capacidades. Además, la declaración no es válida porque con la información está disponible en la Encuesta nacional de ingreso y gasto de los hogares y en el censo. Otros investigadores (Damián y Boltvinik, 2003; Rodríguez, 2008) han construido medidas de pobreza que miden ambos: recursos y acceso directo a la satisfacción de ciertas necesidades. Sin embargo, lo que resulta más sorprendente es ver en la práctica la manera en que se construye la línea de ingreso.
Para arribar a la línea de pobreza el gobierno primero selecciona una canasta básica alimentaria. La canasta usada fue construida por el INEGI y la CEPAL en 1992. De hecho, son dos canastas básicas: una para áreas urbanas que satisface una ingesta diaria de 2 220 calorías por persona al día y otra para áreas rurales que satisface una ingesta de 2 180 calorías. La razón de la diferencia en la ingesta calórica en áreas urbanas y rurales tiene que ver con diferentes composiciones familiares de acuerdo con edad, sexo y actividades de la población de acuerdo con la Sedesol. Sin embargo, en el documento no es explícito hasta qué punto se tomó en cuenta que las actividades desarrolladas en áreas rurales implican mayor gasto de energía para las personas. Este punto resultaría muy importante dado que se está considerando una línea de pobreza sumamente ajustada. Después se calculan los precios de los alimentos incluidos en la canasta y se llega de esta manera al costo total de satisfacer las necesidades alimentarias.
El segundo paso para construir la línea de pobreza fue usar el coeficiente de Engel para estimar el resto de las necesidades. Cuando se usa este método, como se explicó anteriormente, el grupo que se selecciona como referencia resulta muy importante para los resultados. Un uso apropiado del método (para realmente comprobar que lo que se toma como referencia no es una situación de pobreza) implicaría, como afirma la Sedesol (2002, 67), usar el porcentaje de gasto en otras necesidades del primer hogar (en un orden de menor a mayor ingreso per cápita), en el cual el gasto en alimentos es igual al costo de la canasta básica alimentaria. Sin embargo, en vez de usar este enfoque en la práctica, lo que hace la Sedesol para calcular el coeficiente de Engel es usar el primer hogar cuyo ingreso per cápita es igual al costo de la canasta básica alimentaria. La justificación de la secretaría es que se trata del hogar que potencialmente podría satisfacer sus necesidades nutricionales a pesar de que en la práctica no lo haga (2002, 68). Alrededor de este hogar se construyó un decil flexible en el cual este hogar era el centro. El decil flexible fue el punto de referencia para estimar el coeficiente de Engel. El resultado fue un coeficiente de Engel urbano de 0.499 y uno rural de 0.549, ambos muy altos. Esto implica que la mitad del presupuesto de los hogares se destina a alimentación.
Un punto fundamental que tiene repercusiones mayores en los resultados es la manera en que fue considerado el ingreso para comparar con la línea de pobreza. Todos los rubros del ingreso monetario, tal como se reportan en la ENIG se sumaron (salario, renta, ingresos por negocios, transferencias gubernamentales), con excepción del rubro "otros ingresos" que no consideró por tener como contrapartida una disminución de activos.11 Los rubros de ingreso no monetario se consideraron como ingreso corriente también y se sumaron, incluyendo autoconsumo, pago en especie y una estimación de la renta por el uso de vivienda propia (Sedesol, 2002, 65 y 66). En esto último radica el principal problema. Como puede apreciarse en el documento de Sedesol, en el anexo 3 cuadro C, entre 80 por ciento (urbano) y 92 por ciento (rural) del ingreso atribuido como estimación del alquiler de la vivienda corresponde a viviendas propias. Eso significa que la mayoría de los hogares en el decil flexible caen dentro de la clasificación de vivienda propia. Sin embargo, se trata de una vivienda sumamente precaria, auto-construida, generalmente ubicada en asentamientos irregulares o carentes de servicios, la cual se obtiene a través de ocupación irregular del suelo porque con esos ingresos no se puede acceder al mercado inmobiliario formal. Para la mayoría de esos hogares el valor imputado por renta de la vivienda propia constituye un porcentaje muy importante del ingreso total, porque su ingreso corriente es generalmente muy bajo. Sin embargo, el ingreso que se les imputa no es un ingreso con el cual los hogares cuentan realmente. Esta vivienda no puede intercambiarse con facilidad por ese dinero en el mercado porque es precaria y en muchas ocasiones ilegal. Además de ser así, las personas quedarían en la calle porque no les sería posible encontrar una vivienda más barata, ya que realmente no están pagando renta. Pero el hecho de considerar la estimación de la renta por el uso de vivienda propia aumenta de manera considerable el ingreso corriente de los pobres que será comparado con una línea de pobreza que es solamente el doble del valor de la canasta alimentaria. Eso significa que la mayoría de esas personas encuentra serias dificultades en la práctica para satisfacer la más perentoria de todas las necesidades consideradas: la alimentaria.
Otro punto importante es el criterio que usó la Sedesol para dividir la realidad urbana y la rural. El INEGI considera localidades rurales aquellas que tienen menos de 2 500 habitantes. Entre 2 500 y 15 000 se consideran localidades semiurbanas. Las localidades en ese último rango tienen características más parecidas a las localidades urbanas que a las rurales (Cortés, 2000; Damián y Boltvinik, 2003; Rodríguez, 2008).12 Sin embargo, la Sedesol consideró a las localidades semiurbanas como rurales. Este factor sesga los resultados de pobreza en el país hacia las áreas rurales porque la Sedesol aumenta la población total de las áreas rurales. Tiene además otra importante consecuencia: disminuye los números totales de individuos en pobreza porque más individuos son considerados por una línea mucho más baja.
De acuerdo con el gobierno, la línea de patrimonio satisface las necesidades de alimentación, vestido, vivienda, salud, transporte público y educación. En el año 2000 la línea de pobreza fue situada como el equivalente a un ingreso per cápita mensual de 1 254 pesos para las áreas urbanas y 843 pesos para las áreas rurales; 53.7 por ciento de la población fue considerada en pobreza. Sin embargo, la línea de patrimonio no puede funcionar como un instrumento útil para disminuir la pobreza en el país, ya que no refleja una satisfacción real de necesidades mínimas en México.
La circularidad del procedimiento, que es la principal crítica al método de la canasta de bienes y servicios, como se discutió antes, fue notoria en el caso de la línea oficial de pobreza. El hogar que se usa como referencia para formar el centro del decil flexible es un hogar muy pobre que no está en condiciones siquiera de satisfacer sus requerimientos alimentarios. Por consiguiente, el resultado es que la línea de pobreza considera que en México se satisfacen todas las necesidades con el doble del presupuesto destinado a alimentación, lo cual parece muy poco realista, en especial si se toma en cuenta que el costo de otras necesidades se ha incrementado de manera sustancial en los últimos años, como por ejemplo el acceso a una vivienda rentada. Otro problema fundamental de la línea es que implícitamente asume que en México existe un acceso universal a la seguridad social que garantice el servicio de salud. Si las personas no tienen acceso al servicio de salud gratuito es imposible cubrir las necesidades de salud con el presupuesto considerado en la línea de pobreza. Sin embargo, lo más probable es que familias de tan escasos recursos no tengan ningún miembro empleado en el sector formal de la economía para garantizar el acceso a la salud. En consecuencia los patrones de gasto de hogares muy pobres se convierten en la norma oficial de pobreza.
Boltvinik (2002) calculó las necesidades que pueden satisfacerse realmente con esta línea de pobreza. De acuerdo con el autor, si se asume que el costo de la canasta básica alimentaria es el adecuado hay dos opciones. La primera cubriría alimentos crudos y la mayor parte de los gastos de la vivienda (excluyendo mantenimiento, impuesto predial y ropa del hogar) pero nada más. La segunda opción permitiría cubrir alimentos, transporte, enseres para preparar alimentos, educación y salud (sólo si la familia cuenta con seguro social). Pero en este caso la familia tendría que vivir en la calle u ocupar ilegalmente la tierra para construir una vivienda en extremo precaria porque no podría pagar renta.
En principio, la línea de pobreza oficial fue calculada para el año 2000, y posteriormente ha sido actualizada en relación con los cambios en los precios de los productos alimentarios incluidos en la canasta para 2002 y 2004, dejando intacto el coeficiente de Engel. No ha existido hasta ahora discusión acerca de cómo va a ser actualizada.
martes, 9 de marzo de 2021
parte 6
El enfoque gubernamental de estándares relativos a la sociedad: el caso de la Unión Europea
La manera en que la pobreza ha sido asumida en la Unión Europea es heredera del enfoque de los estándares socialmente relativos, el cual ha sido muy influyente para ampliar la visión que se tiene sobre la pobreza en este contexto institucional. El enfoque gubernamental de la Unión Europea ha medido la pobreza de dos maneras: primero usó una línea de pobreza relativa, y luego amplió el método de medición para agregar una serie de indicadores que son usados junto con el ingreso para medir exclusión social o falta de participación de acuerdo con las normas de vida social comúnmente aceptadas. A pesar de que existe una diferencia en la manera en que esos procedimientos representan la pobreza, han tenido en común que ninguno de ellos considera la pobreza de una manera fija: es decir, como el equivalente a la cantidad de dinero necesaria para adquirir un conjunto de bienes y servicios incluidos en una canasta.
A partir de la década de 1970 comenzó la preocupación por la pobreza en la Unión Europea. Originalmente varios programas midieron la pobreza en los Estados miembros, usando como criterio de pobreza una línea relativa; es decir considerando en pobreza a todas aquellas personas que vivían por debajo de 50 por ciento de la media del ingreso en cada país. Más recientemente se produjo un cambio para considerar la pobreza como todas aquellas personas que vivían por debajo de 60 por ciento de la mediana del ingreso. La oficina de Estadísticas de la Unión Europea (Statistical Office of the European Communities) recomendó este cambio porque la mediana no es sensible a observaciones extremas [el ingreso de las familias más ricas que generalmente no está bien representado en las encuestas de ingreso y gasto9 (Jenkins y Rigg, 2001)] y por consiguiente resulta más estable año con año. Este nuevo umbral es ahora el oficial para medir la pobreza.
La línea de pobreza relativa implica que el criterio detrás de su construcción responde a un estándar oficial de ciudadanía. Es decir, individuos y familias que viven con ingresos menores a ese umbral son considerados en pobreza por la mayoría de los gobiernos europeos. Aunque las líneas relativas son arbitrarias, este enfoque relaciona la pobreza con los niveles normales de vida de una sociedad porque asume que la participación plena en la sociedad es difícil si un individuo tiene ingresos muy por debajo del promedio social. El uso extendido de este método se ha debido a tres razones: su simplicidad, su utilidad para desarrollar estudios comparativos y la transparencia de sus resultados.
Sin embargo, descansar solamente en una línea de pobreza relativa ha sido muy criticado porque el método no presenta evidencia empírica de que todos los que están por debajo de esa línea están realmente en la pobreza, es decir, están padeciendo falta de participación en la vida social. En ese sentido, ha sido considerada más una medida de desigualdad que de pobreza como tal (Sen, 1984; Atkinson, 1998). No obstante, el método permite aplicar un rango de líneas de pobreza relativas a la distribución del ingreso de un país determinado y comparar los resultados obtenidos a través de diferentes umbrales. De hecho, Atkinson (1985) ha argumentado que usar diferentes cortes que representan diferentes niveles de ingreso puede resultar preferible para alcanzar consenso social respecto a la condición que se está tratando de medir, que una sola línea de pobreza que represente un todo o nada.
Ante los problemas del método y con el objetivo también de ampliar la manera en que se entiende la pobreza, la Unión Europea recientemente la ha considerado una forma de exclusión social. Desde el año 2000 hubo un acuerdo en la comunidad en dar pasos importantes para coordinar sus políticas para erradicar la pobreza y la exclusión social, para ello se acordó un método de coordinación entre los países (open method of coordination). Para lograr este objetivo se creó un grupo de indicadores para medir exclusión social, conocidos como indicadores de Laeken. Éstos fueron adoptados siguiendo las recomendaciones de Atkinson et al. (2002). En este momento existen 21 indicadores, entre los que se incluyen la cantidad de personas con recursos por debajo de 60 por ciento de la mediana, indicadores de desigualdad en la distribución del ingreso, indicadores sobre las tasas de empleo, indicadores que miden baja calificación educacional, baja esperanza de vida y pobres condiciones de salud. Con esos pasos existe un reconocimiento claro por parte de la Unión Europea de que la pobreza es multidimensional. Consecuentemente, para medir su progreso es importante usar indicadores más amplios y no sólo medidas monetarias (Atkinson et al., 2005).
La racionalidad detrás de este cambio se debe a que en la discusión europea se ha alcanzado un consenso sobre la conveniencia de utilizar una combinación de métodos directos e indirectos para medir la pobreza (Nolan y Whelan, 1996; Gordon y Townsend, 2000; Lister, 2004; Gordon, 2006). El método indirecto considerara la pobreza como la falta de ingreso suficiente para alcanzar cierta satisfacción de necesidades. El método directo, en cambio, identifica como pobres a aquellos que no están satisfaciendo de hecho sus necesidades. Es decir, provee evidencia de la situación de pobreza sin ningún tipo de aproximación o intermediación, que es lo que representa usar el método del ingreso. Ambos tienen desventajas cuando son utilizados de manera independiente. Las del método del ingreso a través de una línea relativa fueron mencionadas arriba: identifica como pobres a todos aquellos que están por debajo de un umbral de ingreso, siendo que no necesariamente están experimentando carencias. El directo, por su parte, identifica como no pobre a todo el que satisface una serie de necesidades; sin embargo, no toma en cuenta la manera en que esos individuos se proveen de los recursos para hacerlo (pudiera ser a través de métodos que la sociedad considera inapropiados, como pedir dinero en la calle, endeudarse o robar, por ejemplo). Otra inconveniencia de usar el método directo por sí solo es que podría identificar como pobres a individuos con ingresos altos que, por otras razones, no están satisfaciendo ciertas necesidades. Este hecho ha sido comprobado por diferentes investigaciones que han mostrado que no todos aquellos individuos que pertenecen a grupos de bajos ingresos sufren privaciones de consumo y que algunos que no están entre los de menor ingreso sufren privaciones de consumo (Ringen, 1988; Nolan y Whelan, 1996). Por esa razón se ha considerado que es mejor identificar como pobres a todos aquellos que tengan ingresos por debajo de la línea y además presenten evidencia de importantes carencias, medidas a través de ciertos indicadores que representen privación de la vida normal en la sociedad.
Para definir los indicadores de privación también se ha creado un acuerdo acerca de la conveniencia de utilizar una definición consensual. El procedimiento más usado es el concebido por Mack y Lansley (1985). Los autores seleccionaron los indicadores de privaciones recogiendo, a través de encuestas de opinión, las percepciones de los individuos acerca de lo que es necesario en su propia sociedad. Aquellas cuestiones que fueran consideradas necesarias por una gran mayoría fueron las utilizadas para medir la pobreza. De esta forma se evita que el investigador defina los indicadores de privaciones de manera arbitraria. El uso de la definición consensual es muy importante porque implica que el criterio detrás de su construcción responde al estándar social de ciudadanía. Es decir, se usa la visión que comparte la mayoría de la población en una sociedad acerca de cuáles son las necesidades que un ciudadano de su propia sociedad debería tener satisfechas. La visión social de ciudadanía podría reafirmar, pero también diferir de la visión de ciudadanía que pueda estar definida legalmente en un país determinado. Por eso resulta de mayor utilidad.
Es importante aclarar que el procedimiento puesto en práctica en la Unión Europea no significa hacer una cuenta exhaustiva de cuánto dinero se necesita para satisfacer todas las necesidades o actividades que un ciudadano debe realizar. El procedimiento se caracteriza por seleccionar algunas que podrían considerarse, a priori por el investigador, importantes para la sociedad y preguntarle al público si esto realmente es así. Se asume que usando cierta medida cercana al ingreso medio de un país (como 60 por ciento de la mediana) esas necesidades pueden satisfacerse en su mayoría. Este procedimiento es muy diferente a realizar un ejercicio para definir una canasta de bienes y servicios completamente explícita en todos los rubros, lo cual tiene mucha mayor complejidad y es más costoso en tiempo, como se mencionó anteriormente. El movimiento hacia la noción de exclusión social por parte de la Unión Europea, donde se utilizan tanto medidas de ingreso como otros indicadores más amplios, tiene importantes consecuencias en términos de ampliar las acciones de política social (de desempleo, hacia la protección de ancianos y niños en general, de género, etc.), las cuales en los últimos años han cobrado una verdadera relevancia dentro de la agenda de la Unión Europea (Atkinson et al., 2005).
lunes, 8 de marzo de 2021
parte5
EL ENFOQUE DE LOS ESTÁNDARES RELATIVOS A LA SOCIEDAD
Desde la década de 1970 la noción de pobreza como una canasta de bienes y servicios ha sido duramente cuestionada. En especial bajo las contribuciones de dos autores fundamentales en el análisis de la pobreza: Peter Townsend (1979) y Amartya Sen (1981, 1984 y 1992), que han sentado los precedentes para convertir la discusión sobre pobreza en un amplio y sofisticado debate como se mencionaba en la introducción. En este documento, por razones de espacio, sólo se discutirán las ideas de estos dos autores dentro de este enfoque por considerarse los más influyentes; sin embargo, esta perspectiva es compartida por un número importante de académicos (Nolan y Whelan, 1996; Ringen, 1988; Atkinson, 1998; Jenkins y Rigg, 2001; Platt, 2006 y un largo etcétera). Ambos se separan de la noción de subsistencia para conceptualizar la pobreza como relativa a los estándares sociales que resultan dominantes en la sociedad particular en la cual los individuos viven. Ellos proponen un enfoque multidimensional que incluye medidas monetarias y no monetarias de bienestar. La perspectiva se ha caracterizado por su constante revisión y discusión sobre el significado de la pobreza y el rechazo a cualquier noción de pobreza que sea fija (Gordon y Townsend, 2000; Gordon, 2006; Piachaud, 1981; Nolan y Whelan, 1996; Scott, 1994; Lister, 2004, etcétera). Esta línea de pensamiento ha sido muy influyente en desarrollar un enfoque gubernamental más amplio en Europa, que considera la pobreza dentro de la perspectiva de la exclusión social, noción que también se discute a continuación.
De acuerdo con Townsend (1979), en la sociedad existe un proceso dual que determina la pobreza. Por un lado se crean y reconstruyen necesidades para los ciudadanos y, por el otro, a través de una serie de mecanismos sociales, se determina la manera en la cual los recursos para satisfacer esas necesidades van a ser distribuidos. La pobreza es la incapacidad de participar plenamente en la vida social debido a la falta de recursos suficientes. Pero esa incapacidad de participar no es en términos fijos o absolutos (como decir, por ejemplo, que sólo hay que satisfacer comida, ropa, vivienda y salud). La incapacidad de participar se construye de acuerdo con los estándares contemporáneos. La pobreza es la imposibilidad de vivir la vida que se considera como normal en la sociedad donde las personas viven. Por lo tanto la pobreza es sobre todo acerca de necesidades sociales y no necesidades materiales simplemente.
De esta manera, el concepto de pobreza como relativa a los estándares sociales queda vinculado a la noción de ciudadanía que existe en una sociedad determinada (Scott, 1994). De acuerdo con el autor, las convenciones acerca de lo que significa ser un ciudadano en una sociedad determinada se institucionalizan a través de la legislación y otros procesos socialmente estructurados. La legislación, por una parte, crea derechos a recursos y obligaciones que los ciudadanos deben cumplir. Por otra parte la educación y los medios de comunicación masiva generan expectativas sociales acerca del consumo de ciertos bienes y servicios, y en general acerca de la vida que es deseable llevar en una sociedad determinada. Por ende, la legislación y otros requerimientos y obligaciones institucionalizados son elementos centrales en el complejo de convenciones que rodean los estilos de vida socialmente aceptados. Tomar en cuenta la visión de ciudadanía que predomina en una sociedad sirve como referencia para determinar aquello a lo que los ciudadanos deberían de tener derecho a acceder. La conceptualización de la pobreza en términos de ciudadanía y derechos ha resultado muy generalizada recientemente porque gozar en pleno del estatus de ciudadano es algo que no puede ser negado a ningún individuo en la sociedad. Participar como ciudadano significa participar en la vida económica, civil, cultural y política. La pobreza inhibe esa participación y lleva a una ciudadanía de segunda clase (Lister, 2004, 165).
A la par de la concepción de pobreza de Townsend, otra conceptualización muy importante aparece en la arena académica. Se trata de las ideas de Amartya Sen (1981, 1984 y 1992), que ponen sobre la mesa una serie de elementos importantes a la hora de considerar la pobreza. Las ideas de Sen acerca de la pobreza fueron primero influyentes solamente en países del Sur. De hecho, desde estos contextos es común encontrar que el enfoque de Sen aparece mezclado con el enfoque de subsistencia y crea una gran confusión en las apreciaciones sobre la pobreza, como se demostrará a continuación con el caso de México. En fechas más recientes, las ideas de Sen se han vuelto sumamente influyentes en la discusión sobre pobreza en los países del Norte (Nolan y Whelan, 1996; Lister, 2004), y se considera que han sido muy importantes para el enfoque gubernamental sobre la pobreza de la Unión Europea (Glennerster, 2000).
Sen conceptualiza la pobreza como una falla en el espacio de las capacidades. De acuerdo con este autor, el foco para medir la pobreza no debe ser el ingreso o los estándares de vida de las personas, porque ambos son solamente un medio para lograr el fin y dependen del grado de mercantilización de las distintas sociedades. Lo importante es el tipo de opciones que están abiertas a los individuos para llevar adelante el tipo de vida que desean seguir. Por lo tanto el fin es la satisfacción de esas capacidades. Sen describe tales capacidades como alimentarse adecuadamente, escapar de la enfermedad evitable, tener un hogar, tener vestido, poder viajar o transportarse, vivir sin pena, participar en las actividades de la comunidad y tenerse respeto propio.
La concepción de la pobreza de Sen tiene importantes lecciones para la manera en que se considera la pobreza en una sociedad. Primero, la relación entre ingreso y satisfacción de capacidades no es uniforme, depende de las características de las personas. Diferentes personas pueden tener diferentes habilidades para convertir el ingreso en la satisfacción de capacidades específicas dependiendo de la edad, la discapacidad o la enfermedad. Esas características pueden influir en que diferentes personas tengan diferentes necesidades. Por ejemplo, una persona con discapacidad puede encontrar más dificultad para satisfacer ciertas necesidades que una persona sin discapacidad, incluso cuando la primera cuente con más recursos. Consecuentemente no es adecuado, de acuerdo con Sen, trazar una línea de pobreza fija que no deje lugar para variantes interpersonales. Segundo, lo que es importante tomar en cuenta no es lo que los individuos hagan o no hagan, sino la posibilidad de que cuenten con la opción para seleccionar entre diferentes estilos de vida que por alguna razón valoren (Sen, 1990, 114). De este modo, la noción de Sen apunta hacia la necesidad de tomar en cuenta aspectos más amplios del bienestar de los individuos y su calidad de vida. En ese sentido es muy cercana a la de exclusión social que se discute a continuación.
El concepto de exclusión social se encuentra en este momento muy bien posicionado en las políticas de los gobiernos europeos así como en la discusión académica en Europa. Desde la reunión de Lisboa en el año 2000, la Unión Europea explícitamente ha llegado a un acuerdo acerca de la necesidad de promover la inclusión social.
El origen del concepto de exclusión social puede situarse en Europa con el trabajo de Lenoir (1974), que llamó la atención sobre aquellos que quedaban excluidos de la protección de la seguridad social. El concepto también se ha relacionado con la noción de Townsend (1979) acerca de entender la pobreza como una falta de participación en las actividades de la sociedad.
En consecuencia el concepto de exclusión social ha sido útil porque considera la pobreza como una forma importante de exclusión social. También ha servido para llamar la atención sobre otros procesos sociales que causan exclusión, como la discriminación social o la falta de derechos formales para ciertos grupos sociales.
Uno de los resultados de investigación más importantes derivado de aplicar la noción de exclusión social ha sido demostrar en términos empíricos que no existe una división clara entre aquellos que están incluidos y aquellos que están excluidos, más bien aparece una continuidad (Richardson y Le Grand, 2002; Burchardt et al., 2002). La razón es que existen problemas sociales comunes que no sólo afectan a los pobres sino también a sectores sociales más amplios, que contribuyen a impedir la plena participación en la vida social. Los problemas sociales comunes son aquellos que contribuyen a crear divisiones sociales y desigualdades, como género, clase, etnicidad, edad, etc. Por esa razón la noción de exclusión social se ha enfocado en resaltar la importancia de realizar políticas públicas con objetivos más amplios que solamente focalizar los recursos hacia la pobreza. Estas políticas amplias de bienestar tienen el efecto positivo de reducir la pobreza (Whelan et al, 2002).
La noción de exclusión social también ha resultado clave para resaltar la relevancia de aspectos de la pobreza que no habían sido apreciados previamente. En particular la relación que existe entre los aspectos materiales y no materiales. La pobreza es una realidad amplia y no sólo los aspectos materiales, sino también la parte no material y simbólica debe de recibir atención. Cuestiones tales como la humillación que sufren los pobres y carecer de una voz propia resultan relevantes. El enfoque pone en evidencia que los políticos, los funcionarios y los medios de comunicación tienden a deshumanizar a los individuos en pobreza y presentarlos como algo diferente a la normalidad social (Lister, 2004; Bennett y Roche, 2000; © yen, 1996). Como parte de este enfoque, una política de reconocimiento y respeto es considerada igual de importante que una política de redistribución del ingreso.
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